viernes, 8 de junio de 2012

poema al padre






Mi padre cuando anciano  llevaba en su cabeza
el polvo de los libros y del camino de la vida.
Capeaba sereno  todas las  tempestades,
y confrontaba de la suerte las horas desgraciadas,
Él pasaba, como Cristo el Tiberíades,
de pie sobre las olas encrespadas.
Secaba su llanto a escondidas,
callaba sus dolores, con la franqueza de su risa.

Me dijo hace muchos años:
«A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja.

»Haz el bien sin temer el sacrificio:
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y hallara quien odia la maldad y el vicio



como tálamo de rosasla hora de  su muerte.

»Si eres pobre, confórmate y sé bueno;
si eres rico, protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado.

»Ama la libertad, porque libre es el hombre
y su juez más severo, su propia conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia.»

Este código nunca se me olvida, en mi alma vive,
desde que lo escuché y quedó grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
y de todas las borrascas me ha salvado.

Mi padre tenia en su mirar sereno
el reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡Cuántos consejos cariñosos y buenos
sorprendian en el fulgor de su mirada!
 

Fue mi ideal emularlo y resguardar  su humildad
en la página  más  grande de la historia.
Rendí  culto a su estirpe con cariño
Y a su la muerte quise que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.


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